«Sigo con el Método Creighton, ya que es bueno para ver mi estado de salud. A ninguno de los dos nos ha resultado todo esto un fracaso, ya que hemos descubierto una enfermedad a tiempo, y además nos ha hecho crecer y unirnos más como matrimonio».
Nos conocimos con 40 años, nos hicimos novios a los 41, y a los 43 nos casamos. Durante la época de novios, José Francisco estaba haciendo el Máster de Bioética, y eso daba mucho pie para hablar temas sobre salud, ética, y lo que opinábamos de muchos temas, como el aborto, la eutanasia, la fecundación in vitro, dando razones del porqué de nuestra opinión.
También, a José Francisco le hacía preguntas, con el fin de evitar “sorpresitas” cuando estuviéramos casados. Esas preguntas, empezaban con ¿Qué pasaría si…? “¿Qué pasaría si me quedo embarazada y tengo hijos?” “¿Qué pasaría si el niño viene discapacitado?” “¿Qué pasaría si algunos de nuestros padres se pusiera enfermo?»
Un día le pregunté. ”Es muy probable que no te pueda dar un hijo. ¿Qué pasaría si no puedo tenerlos?”. Y él respondió. “¿Y si el que no puede tener hijos soy yo?”
La verdad es que me sorprendió, no por la pregunta en sí, sino porque cuando yo le hacía una pregunta de este tipo, me respondía de una manera concreta, y no “a la gallega”. Pero de todas formas, le respondí a su pregunta diciéndole que quería casarme con él porque le quería y, no por los hijos que pudiera darme. Lo importante para mí era él, y no el tener niños.
En el noviazgo acordamos que estaríamos abiertos a la vida, pero que si los niños no venían, cosa muy probable, no recurriríamos a la fecundación in vitro.
Vamos a dar un salto en el tiempo. Nos situarnos un año después de casarnos. Volvía del trabajo a casa, y escuché en Radio María el testimonio de Venancio y Jordina, hablando de la Naprotecnología. Me sorprendió, ya que nunca había oído esta palabra. Y la verdad es que me gustó.
Estudiar el estado de salud del hombre y de la mujer, ver la causa de la infertilidad y tratarla, para tener un hijo de manera natural, sonaba bien. Y si no viene el niño, no perderíamos nada por intentarlo. Se podría descubrir alguna enfermedad oculta, y si se descubre ahora, se la podría tratar a tiempo, y eso haría mejorar la calidad de vida, y tener una buena salud. En mi trabajo como farmacéutica veo lo importante que es la salud, cuidarse para mantenerla; y si hay alguna enfermedad crónica, cuanto antes se descubra, y antes se trate o se cuide al paciente, mejor será su calidad de vida.
Se lo comenté a mi marido, y decidimos intentarlo. No perdíamos nada. Nos pusimos en contacto con Venancio. No éramos usuarios del Método Creighton, pero sí del Método Sintotérmico. Al ver la edad que teníamos, Venancio nos puso en contacto con la Doctora Helena Marcos. Utilizamos el Método Sintotérmico para mis estudios de fertilidad con unos análisis en días determinados, y durante unos días iba a su consulta, para hacerme ecografías, para ver si ovulaba o no.
A mi marido le mandó un seminograma. En esas consultas no me descubrió ningún problema de fertilidad. Pero el resultado del seminograma de mi marido fue que tenía oligoasthenoteratozoospermia. En cristiano: poco semen, y la forma y la movilidad de los espermatozoides no eran buenas. Debido al resultado del seminograma, la Doctora Marcos nos derivó a la Doctora Mena. Para mí, el resultado del seminograma fue sorprendente, porque era lo que menos me esperaba, ya que creía que la causa de la infertilidad de nuestro matrimonio era mía. Pero eso hizo querer más a mi marido. Me preocupé por él. No me importaba el niño. Me importaba mi marido. Y desde luego necesitábamos tiempo para continuar. Después de 5 meses, retomamos el tema de la Naprotecnología. Vimos que el conocer la Naprotecnología, y no ponernos en manos de ella para tener un niño, era como cerrarnos a la vida, y decidimos volver a ponernos en marcha, y por supuesto ofrecerlo a Dios. Que Dios haga su voluntad sobre nosotros. Sabíamos que era difícil tener un hijo, y las probabilidades eran muy bajas, pero que sería bueno llevarlo a cabo.
En Diciembre nos pusimos en contacto con la monitora del Método Creighton, María Fernández, y después de 3 meses de trabajar con el método, la Doctora Mena nos mandó hacer más pruebas. En esos estudios, me descubrieron que tenía la trompa derecha obstruida, y que en la fase post pico tenía más estrógeno de lo normal. A mi marido, al hacerle una ecografía escrotal, le descubrieron unas lesiones malignas en un testículo. Ante este resultado, mi marido estaba aparentemente tranquilo, pero yo me encontré perdida, ya que no sabía a quién recurrir. Tengo un tío urólogo, pero estaba jubilado y lidiando con un cáncer en la garganta, con lo que no podía recurrir a él. Se lo dije a la Doctora Mena, y enseguida nos puso en contacto con un residente de la “Fundación Jiménez Díaz”. Nos trató como si fuéramos de su familia, y a mi marido le hicieron un escáner, además de unos análisis. Los resultados de los análisis daban los factores tumorales negativos, pero la resonancia confirmó las lesiones malignas en el testículo. A los pocos días se lo extirparon. Un mes después de la operación, nos confirmaron que era un tumor testicular, pero afortunadamente estaba en el nivel IA. Se quedó en el testículo. Después de valorarlo, decidieron que estaría en observación y en vigilancia. No haría falta ni quimio ni radio.
Después de todo esto, y al ver la edad que tenemos, decidimos descartar el tener hijos biológicos. (La menopausia está a la vuelta de la esquina, y mi marido iba a estar durante un tiempo con médicos, observaciones y vigilancia) No obstante, sigo con el Método Creighton, ya que es bueno para ver mi estado de salud. A ninguno de los dos nos ha resultado todo esto un fracaso, ya que hemos descubierto una enfermedad a tiempo, y además nos ha hecho crecer y unirnos más como matrimonio.
Estamos muy agradecidos a la Naprotecnología, por dos razones: La primera, es porque en esos momentos de incertidumbre, han estado acompañándonos, de manera desinteresada. Que hayamos tenido médicos detrás, preocupándose por nosotros, en esos momentos de tensión y de incertidumbre, eso, no tiene precio La otra, es porque he tenido muchos familiares, que han padecido cáncer, y a todos se lo descubrieron bastante tarde, haciendo que tuvieran una calidad de vida malísima. Y al ver cómo está mi marido, con una calidad de vida estupenda, y eso gracias a la Naprotecnología. Ya con eso, ha merecido la pena. Ahora os preguntareis qué haremos después de esto. Y mi respuesta, es que no lo sabemos, pero que pase lo que pase en el futuro, cuidaré mi matrimonio, ya que un matrimonio unido es la base de la familia, tenga o no niños, sean biológicos, de acogida o adoptados, ya que si el matrimonio se rompe, todo se va al traste.